7 de febrero de 2016

La Mansión de los Horrores de William Castle.

Un excéntrico millonario invita a cinco personas con la promesa de diez mil dolares para pasar una noche en una mansión sobre la que pesa una horrible maldición ¿Su intención? Tener la mejor fiesta de terror que una esposa podría desear para su cumpleaños ¿Sobrevivirán toda la noche? ¿Tendrá que dar diez mil dolares a cada uno o cincuenta mil a uno solo? O tal vez los fantasmas se lleven las almas impertinentes de todos ellos y el alba revelara una mansión que se ha cobrado nuevas victimas. 

Empiezo a pensar que Vincent Price podría poner caras durante dos horas sentado en una butaca y la gente lo vería. Su personaje derrocha carisma y quieres estar con él, escucharle y verle. Pero no es una película que base todas sus cartas en su figura. Tengo que reconocerle que es de las pocas películas que me han creado incomodidad con la tensión que va creando. Da mal rollo, para abreviar. Y lo hace sin muchos arrebatos. La escena que más me perturba es una señora saliendo de las sombras con un movimiento muy extraño. Veo todo lo que forma esa escena. Sé que es una señora sobre una tabla con ruedas para que parezca flotar. Veo todos los trucos de esa escena y aun así me resulta muy perturbadora. Tiene una dirección que sabe aprovechar todo lo que tiene a su disposición para asustar, dar miedo y pánico al espectador. 


Es una suerte de Diez Negritos donde nunca sabes si la casa esta embrujada o no. Cada vez que sucede algún hecho sobrenatural dan una posible explicación. Y al mismo tiempo tienes al dueño de la casa metiendo miedo, hablando de todas las muertes relacionadas con la casa. Desde los obreros que la construyeron y que cayeron como moscas en supuestos accidentes, hasta suicidios, y muertes violentas de todos los que en algún momento visitaron la casa o vivieron brevemente en ella. Digo brevemente porque lo normal es que no sobrevivas demasiado tiempo bajo ese techo del demonio. 

Me encanta ese aspecto de la cinta. Deja por completo al espectador decidir si lo que ve es obra de una entidad maligna o por el contrario no es más que una treta para encubrir algo mucho peor. Tienes ambas opciones y las dos pueden ser ciertas porque les da la misma importancia. Incluso los personajes se ponen en un lado u otro dependiendo de sus propios intereses o de sus creencias. La joven Nora Manning es la que más sufre los embates de la casa poseída. Ya he relatado su encuentro con la anciana ama de llaves y su particular forma de presentarse. Pero también es asediada por ruidos, cabezas degolladas y luces que se apagan solas. 

Ella es la que verá y sufrirá la parte más sobrenatural de la cinta. Al tiempo que Lance, un piloto del ejercito, deberá cuidar de ella advirtiéndole que lo que esta sufriendo no es más que una broma pesada. Organizada sin duda alguna por el excéntrico y peligroso Frederick Loren (Vincent Price) para su goce y disfrute. 

La noche va pasando con un aumento de la tensión brutal a cada segundo. Nadie puede salir de la casa, sellada por modernos sistemas de seguridad hasta la salida del sol a la mañana siguiente. Y todos comienzan a sospechar del señor Loren temiendo que intente asesinar a su joven esposa para poder evitar un sangrante divorcio. A medida que pasan las horas todos se convencen de esta verdad, y cuando encuentran a la señora de Loren ahorcada todas las miradas caen sobre el millonario. 

El amor se respira en el ambiente. 
Toda la cinta esta construida para que no sepamos que pensar en ese instante. Nos parece lógico que haya sido Frederick. Al fin y al cabo hemos visto que su matrimonio no solo esta moribundo, también tenemos claros indicios de que su mujer quiere que se muera para quedarse con toda su fortuna (Y se nos sugiere que no han sido pocas las veces que la señora Loren ha atentado, sin éxito, contra la vida de su marido. 

Y luego llegamos a ese final apoteósico que me dio ganas de aplaudir de lo inteligente que es, tanto Frederick Loren como el guionista. No lo comentare porque merece la pena verlo por primera vez. Pero llegados a ese punto nos damos cuenta de que no importa si hay o no una maldición en la casa. A Frederick, el único que parecía disfrutar de la posible maldición, no le importa lo más mínimo. Todo era un maquiavelico plan perfecto que incluía los planes ajenos a él. Loren lo tiene todo tan atado que trabaja con su propio enemigo para que juegue en su favor, sin que nadie lo sepa. 
No me he podido resistir a incluir esta escena.

Solo Vincent Price podría darnos semejante personaje sin caer en el histrionismo infantil o en algo directamente malo. 

Lo mejor del Remake.
Comentare por encima su remake, aunque esta película ya era un remake de una obra anterior de 1933.  La revisión moderna data de 1999, y encuentran a un buen sustituto de Vincent Price, Geoffrey Rush, el cual se caracteriza como una versión moderna de Vincent Price, incluso el personaje se apellida igual que el actor, dejando de lado al personaje de Loren. Sabían que la versión de William Castle debía su éxito a Price más que a cualquier otro aspecto. 

Es una revisión que pasa por los clichés actuales del genero en la década de los noventa. Mucho efecto digital. Falta de sutileza. Sustos de efecto de sonido y jumpscare. Dejan de lado ese juego de malabares que traía la cinta de Castle donde jugaban con la posibilidad de que nade de lo ocurrido fuera producto de fantasmas, y directamente se lanzan de cabeza con una maldición asesina. A decir verdad, como vi la versión moderna antes de la original, no tengo quejas con ella. Esta muy bien planteada, y la historia del manicomio que fue arrasado con el fuego asesinando a todos los pacientes en su interior me parece muy entretenida. Es la típica película de fantasmas que cuenta con uno o dos giros interesantes, pero que vienen regalados de la versión anterior. 
Reconozco que la mansión de la nueva versión da más el pego como casa embrujada.
Ambas versiones son muy entretenidas y recomendables a su modo. Pero si tuviera que elegir me quedaría con Vincent Price y su juego continuo. Ese es mi veredicto final. Podéis ver ambas películas y tendréis un buen pasatiempo con ambas, pero la versión de William Castle tiene el aura de Vincent Price que la hace mucho más placentera. 



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