29 de enero de 2016

En las Montañas de la Locura

Un viejo profesor de universidad nos relata su expedición a la Antártida con un objetivo en mente, evitar que una nueva expedición vuelva a esas tierras heladas. Un peligro que podría destruir a la humanidad se guarda rodeado por la cordillera más alta del planeta, oculta en el desierto blanco y olvidada por el propio tiempo.


En las montañas de la locura podría ser, junto a La llamada de Cthulhu, las dos obras más reconocidas e importantes de H. P. Lovecraft. También se tratá de una de las pocas ocasiones en las que el escritor se acerco a la novela corta. Lovecraft era más dado a los relatos, tal vez por su insistencia con el perfeccionismo absoluto, algo que en una novela le consumiría toda una vida. Lo que esta claro es que Lovecraft manejaba con soltura el genero que encumbro a nuevas cotas. Si el terror ya estaba dando coletazos, exigiendo un cambio, Lovecraft lo terminó de asentar definitivamente. Nos olvidamos de los castillos abandonados, de las viejas mansiones con fantasmas correteando por sus pasillos a la caza de algún pobre desgraciado que tuviera la mala fortuna de encontrarselo.

Lovecraft da el pistoletazo de salida a un nuevo tipo de terror, un terror más antiguo, más vasto, casi infinito. El terror absoluto a lo desconocido, a seres tan lejanos a nuestra propia concepción que enloquecemos con solo un fugaz vistazo. El hombre ya no es atacado por una fuerza sobrenatural terrestre, ahora es un simple insecto que es testigo de la realidad que nosotros mismos nos escondemos con tal de vivir tranquilos. Lovecraft desarrolló todo un cosmos que ha estado miles de millones de años antes de nosotros, y que seguirá miles de millones de años después de nuestra partida. Fue tal su maestría que a día de hoy no es solo uno de los nombres más influyentes del genero, también se han dado muchos casos de gente que busca objetos descritos en su obra. Describió sus relatos con un realismo tal que la gente comenzó a creer que parte de la ficción podría ser real.

Hay casos bastante conocidos de personajes famosos que han buscado el Necronomicon. Eso solo lo consigue un maestro.

En el caso de En las montañas de la locura tenemos el ejemplo perfecto del universo tan extenso que construyo. Nos presenta la historia de toda una civilización, desde su auge hasta su debacle más absoluta fruto de la pura evolución. Acompañamos a nuestro protagonista que examina una ciudad antiquísima, descubriendo con cada paso un nuevo hito en la historia de esa civilización extraterrestre que ha estado en la Tierra muchísimo más tiempo que los propios hombres y que ahora no son más que una pobre sombra de lo que una vez fueron.

No es una novela de terror al uso. Tiene momentos muy tétricos como la escena del campamento, y lo hace muy bien pero no es su principal característica.  En esa escena tenemos a nuestro protagonista con un par de compañeros llegando en avión hasta el campamento base en la ladera de la cordillera antártica, llevaban un par de días sin recibir noticias del equipo, y lo que se encuentran es a todos muertos, destrozados a golpes. Los perros han escapado o han muerto. Todas las tiendas se han venido abajo y en el laboratorio vemos como todo el instrumental ha sido tirado. Cerillas usadas, equipamiento doblado. Nos hacemos una idea de lo que ha pasado, pero nos aterra pensarlo y el libro no te lo va a decir claramente para que sigas usando la imaginación. Toda esa escena tiene una tensión brutal que juega muy bien con el peligro, pues vemos todos esos cuerpos, vemos que los seres muertos encontrados en una cueva cercana no están. Y no sabemos si siguen a su alrededor, esperando a matar al resto de supervivientes.

Cualquiera en esta situación saldría por patas, pero Lovecraft tiene siempre a científicos, profesores y gente culta como protagonistas, siempre se sienten tentados a ahondar en el misterio. Siempre van a querer saber que ocurre. Y toman un avión para traspasar los altos picos. Tienen casi la necesidad de llegar al otro lado. Tienen algunos problemas para sobrevolar la cordillera a causa de los vientos cruzados, pero al lograrlo se quedan petrificados.

Una inmensa ciudad, de una geometría imposible de comprender para cualquier mente humana. Altas torres negras, calles, puentes. Una ciudad que se extiende sobre una meseta durante kilómetros. Muerta. No hay nada más que piedra sobre piedra. Nuestro protagonista logra aterrizar en una explanada junto a su compañero e inician su caminata por la ciudad.

Van dejando marcas para no perderse. En el interior de la ciudad ven murales esculpidos en las paredes. Esos murales relataban la historia, toda la historia, de la raza que allí vivió. En ese momento descubrimos que los seres encontrados por la expedición, y que habían desaparecido dejando tras de si los cadáveres y el caos, eran los habitantes de la ciudad. Nuestro protagonista va desentrañando esos murales. Comprende que la raza llego hace miles de millones de años a la Tierra. Fueron los primeros habitantes del mundo.

Desde este descubrimiento, hasta que abandonemos la fallecida ciudad disfrutaremos de una clase de historia impagable sobre la propia Tierra desde que esta raza apareció. Averiguan que el ser humano, al igual que la mayor parte de la vida actual, no es más que un accidente. Existimos porque los habitantes de esa ciudad no nos dieron importancia. Es algo muy típico en la obra de Lovecraft dar esa falta de objetivo a la propia existencia humana. No somos parte de un plan mayor. Ni siquiera fuimos concebidos de acuerdo a ningún interés. Somos producto del azar y el desinterés. Imaginad el vacío que tiene que sentirse al ser consciente de eso. La narración nos lo transmite muy bien.

Antes de terminar no voy a olvidar la secuencia más terrorífica de todo el relato. Aquella en la que nuestros dos personajes se adentran en una serie de galerías que no paran de adentrarse en el interior de la Tierra. En esa oscuridad se encuentran con gigantescas criaturas de tres metros que resultan ser pingüinos albinos y ciegos. Hasta aquí llega su participación. Pegan un susto de muerte al narrador pero siguen siendo pingüinos normales, se mueven torpemente por la oscuridad. Ignoran por completo a los humanos.

Me dejan con ganas de más. Quiero saber como llegaron allí esas aves gigantescas. Pero seguimos bajando hasta una gran caverna subterránea, salen a la orilla de un inmenso mar tranquilo. Es durante este descenso hasta el mar oculto que vemos en movimiento los seres encontrados por la expedición. Seres muy detallados. Lovecraft nos describe todo de una forma casi obsesiva. Algo poco común en él, tenía costumbre de sobrecargar sus textos, pero al ser lo definía minimamente para aumentar el impacto. Sabía a la perfección que la imaginación del lector siempre le superaría así que daba las pinceladas suficientes como para que nuestra propia imaginación diera origen a un bestiario repulsivo y fuera de cualquier tipo de comparación con cualquier ser de la Tierra. Criaturas de pesadilla.

Pero a los seres, los Primigenios, les dotó de una forma tan detallada que asusta porque parece que Lovecraft tuviera uno delante para poder describirlos sin error. En mi opinión, esta decisión la tomaría porque no veía a los Primigenios como un enemigo o un ser destructor, como si lo eran Nyarlathotep, Cthulhu, o el resto de su imaginería. Tal como nos lo muestra la historia, son una especie que llego a la cuspide de su civilización y cayo producto del desgaste y de una guerra civil contra sus propios esclavos, los Shoggoth. El propio narrador crea paralelismos entre los Primigenios y los humanos, desde la curiosidad (La escena de las cerillas quemadas en el campamento toma su sentido aquí, los Primigenios querían saber como funcionaba todo aquello, tenían la misma curiosidad que la expedición por ellos) que une a ambos, como de su forma de contar la historia.

Y dado que los Primigenios no son los seres malignos de la historia ¿Quién podría ocupar ese lugar?

En el mar interior que encuentran los dos personajes, los Primigenios son masacrados por el autentico mal. El ser del que el narrador nos advierte. El ser que le hace gritar a los cuatro vientos para que nadie se acerque de nuevo a la Antártida. Los Shoggoth. Una masa de plasma cubierta de ojos, bocas babeantes y tentáculos.  Una fuerza monstruosa insufla de vida este protoplasma estúpido y violento que no duda en arremeter contra los dos impertinentes humanos tras destripar a los que en otro tiempo fueron sus amos.

El final del relato es una vertiginosa carrera a través de los túneles y de la ciudad abandonada, para subir al aeroplano y huir lo más rápido y lejos posible de aquel ser, y de los muchos que seguramente pulularían bajo la superficie. Uno de los personajes colapsa ante todo lo ocurrido. Nunca volverá a ser el mismo. El otro, nuestro narrador, tampoco sale bien parado de la situación, pero mantiene la sangre fría de ocultarlo todo para evitar la curiosidad de sus compañeros porque comprende su propia ansia de saber y sabe que el resto del grupo querrá verlo a pesar de las advertencias.

Todos vuelven a casa. El compañero del narrador acaba en el psiquiátrico, tratando de olvidar algo que jamás le abandonará. Y el propio narrador se ve ante el dilema de contar todo esto para evitar un nuevo viaje de exploración. Pide por activa y por pasiva que no volvamos al desierto helado. ¿Le haremos caso?

Lovecraft nos deja con esta novela corta una aventura donde vivimos de todo. El ansia de saber. La exploración de un mundo nuevo. Descubrir que no estamos solos. Supervivencia y terror ante lo desconocido. Y lo hace todo de una forma brillante. Mucho no podrán llegar a terminar esta novela o a disfrutarla, el estilo del escritor de Providence es denso y sobrecargado en extremo. Pero los que queden atrapados por su narrativa se encontraran de golpe atravesando en avión las bastas extensiones blancas de la Antártida. Notarán en la cara el cortante viento helado que golpea la superficie del continente. Sufrirán al adentrarse en la oscuridad. Quedarán fascinados por cada grabado que encuentren en su viaje por la ciudad  escondida en la más alta cordillera. Se verán arropados por el compañerismo que se respira entre los integrantes del grupo. Notaran el repulsivo gorgoteo del Shoggoth arrastrándose tras vosotros a punto de aniquilaros.

Todo el que se adentre en esta obra y sobreviva, vivirá una aventura a la cual no dudará en regresar. Pues su alma quedará atrapada más allá de las Montañas de la locura.

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